lunes, 24 de agosto de 2015

La intersubjetividad y la comprensión antropológica

(…)Pero la prueba sobre la comprensión antropológica es mundana, no epistemológica. Su verdad reside en su capacidad para ayudarnos a ver que la pluralidad no es perjudicial sino necesaria para nuestra integridad, por lo que nos anima a aceptar y celebrar el carácter contradictorio y variado de la existencia al comprender que cualquier persona encarna el potencial de ser cualquier otra. Como reza el famoso dicho estóico de Terencio, humani nil a me alienum puto: «siendo humano, nada de lo humano me es ajeno».
El debate se basa en una visión del Ser como complejo, ambiguo e indeterminado. Es análogo a la polémica de los ecologistas contra los monocultivos globales genéticamente modificados, y a favor de la biodiversidad autóctona como la única manera efectiva de mantener la vida en la tierra. Y se hace eco del argumento de Michael Oakeshott en su famoso ensayo sobre la conversación. La tarea de la ciencia, escribe, no es librarnos de la polifonía de Babel, sino de dar cabida a las voces dispares, estando en desacuerdo sin ser desagradable, como en una conversación (Oakeshott 1991, 488-89).
Dicho de otro modo, la tarea de la etnografía no es conocer al Otro en ningún sentido final, ni siquiera conocer al yo a través del otro. Tampoco es cambiar la vida de los otros, o incluso criticar la  propia cultura. Su justificación y valor yace en su poder para describir en profundidad y detalle la dinámica de la vida intersubjetiva bajo una variedad de condiciones culturales, con la esperanza de que se pueda llegar de este modo a una comprensión de cómo esos raros momentos de indistinción, de eclipse (de las diferencias) se producen cuando «yo y el otro» nos constituimos mediante la mutualidad y la aceptación, en vez  de  la violencia y  el desprecio.

Minima Ethnographica: La intersubjetividad y el proyecto antropológico /Michael D. Jackson.Trad. Guadalupe Barúa


(Original)

But the test of anthropological understanding is wordly, not epistemological. Its truth lies in its capacity to help us see that plurality is not inimical but necessary to our integrity, so inspiring us to accept and celebrate the manifold and contradictory character of existence in the knowledge that anyone person embodies the potential to be any other. As Terence's famous stoic dictum has it, humani nil a me alienum puto-being human, nothing human is alien to me.

The argument is for a view of Being as complex, ambiguous, and indeterminate. It is analogous to the argument ecologists make against genetically engineered and global monocultures and for indigenous biodiversity as the only effective way of sustaining life on earth. And it echoes the argument Michael Oakeshott makes in his famous essay on conversation. The task of science, he writes, is not to deliver us from the polyphony of Babel but to accommodate disparate voices, disagreeing with being disagreeable, as in conversation (Oakeshott 1991, 488-89).

Put otherwise, the task of ethnography is not to know the Other in any final sense nor even to know the self through the other. Nor is it to change the lives of others, or even to critique one's own culture. Its warrant and worth lie in its power to describe in depth and detail the dynamics of intersubjective life under a variety of cultural conditions in the hope that one may thereby be led to an understanding of how those rare moments of erasure and effacement occur when self and other are constituted in mutuality and acceptance rather than violence and contempt.
Minima Ethnographica: Intersubjectivity and the anthropological project / Michael D. Jackson.

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